Por Patricia Suárez
(Reseña bibliográfica no ortodoxa)
Conocí a Simenon hace década y media. Yo estaba en la casa quinta de una amiga en Sauce Viejo, Santa fe, en pleno verano. Hacía demasiado calor todo el día y mi amiga leía, uno tras otro, los libros del Inspector Maigret. Yo nunca había oído hablar de él hasta entonces y me sonaba un poco como el Inspector Clouseau, aquel que siempre anda detrás de la Pantera Rosa. Mi amiga, por su parte, hablaba de Maigret, de la señora Maigret, de los métodos de deducción, de la policía francesa y de la cocción de ragout, con una familiaridad tal como si hablara de la vecina o de una amiga de la escuela primaria. Yo nunca había oído a nadie hablar así de un personaje. Así que conocí a Maigret, y por ende, conocí a Simenon (Lieja, 1903-Lausana, 1989). Las historias de detectives no son mi taza de té y no sentí el mismo entusiasmo que mi amiga. Aunque la ejecución del policial era poco más que perfecta, a mi juicio Maigret es frío y desapasionado. De alguna manera, me atrevo a opinar, este defecto lo corrigió Andrea Camillieri, cuyo Montalbano es una cruza de Pepe Carvalho y Maigret.
Fuera como fuese, por error o por curiosidad, descubrí las otras obras de Simenon. Aquellas no protagonizadas por Maigret, sino -en su mayoría- por personajes grises, pusilánimes, a quienes un accidente o un momento de pasión los ilusiona acerca de que podrán cambiar su vida. Nada mas equivocado (y este es el pesimismo que se le achaca con tanta frecuencia al autor), porque la pasión solo puede derivar en el crimen. Según la Wikipedia, Simenon escribió doscientas y pico de novelas que en total hacen referencia a 1800 lugares en el mundo entero y dan vida a más de 9000 personajes. Fue elogiado por los escritores serios de su tiempo: Sartre, Gide, Maulraux. El acto gratuito, tal como lo entendía Sartre, es el verdadero protagonista de muchas novelas de Simenon y las mejores novelas de este maestro (El hombre que miraba pasar los trenes,1938; Los fantasmas del sombrerero,1948 y La nieve estaba sucia, 1948) no tienen nada que envidiarle a El Extranjero de Camus.
Simenon abrevó en la magnífica fuente que ha sido Balzac y comprendió que para escribir lo que fuera, debía estudiar la naturaleza humana. Esto podía hacerlo a través de los libros, de la filosofía y la piscología, pero la verdad para este tipo de autor empírico reside en la observación de la moral en las provincias. Algunas de sus novelas tienen un aire reiterativo pero con semejante cualidad prolífica es imposible que el autor no se repitiera a sí mismo en ocasiones.
Debo confesar que no lo leí por completo –no pasé de la lectura de una veintena de sus ciento dieciocho novelas negras- pero hasta la fecha sólo encontré dos textos por decir así, optimistas, o donde el crimen no juega una mala pasada. Ellas son La casa de las 7 hermanas y Tres habitaciones en Mannhattan. En el primer caso, donde Simenon experimentó con la comedia, es lisa y llanamente un fracaso, y la segunda da la sensación de inacabada, de un final negro y abismal arrancado por el autor, para dejarla a gusto y piacere del lector.
El estilo de fatalidad, de destino, la atmósfera de amargura y miseria –sobre todo espiritual- de las novelas, son exactamente el polo opuesto de un Elmore Leonard, por ejemplo, de estilo picante y ácido donde a los villanos también les puede ir bien. Pero Simenon no se lleva bien con la ligereza: Murphy debe haberlo leído de cabo a rabo antes de elaborar sus leyes.
Anverso y reverso de una pasión
Tres habitaciones en Mannhattan está escrita en espejo a Carta a mi Juez. Ambas fueron publicadas en 1946 (Simenon escribía aproximadamente una novela por quincena). La primera, Carta a mi Juez cuenta la historia de un médico de pueblo que de pronto se enamora –aunque en este caso enamoramiento es sinónimo de amor obsesivo- de una muchacha, una forastera, que lo visita por casualidad en su consultorio.El médico abandona todo por ella y la tortura –mental y físicamente- con sus celos patológicos. La mujer, por su lado, acepta pasivamente este destino y se deja castigar. La pasión les juega una mala pasada y todo deriva en un crimen pasional. Hay amores que matan, parecen decir autor y protagonistas.
En la segunda novela, un actor francés emigrado en Estados Unidos conoce por casualidad a una mujer extranjera en un bar de copas a la madrugada. Desde que se une a ella, los amantes ya no pueden separarse. También aquí el protagonista se ataca de celos obsesivos y castiga físicamente a su amante, que parece soportarlo todo con una pasividad tal que el lector podría pensar en machismo del autor. (Quizás no sea del todo errado, aunque no me animo a aseverarlo. En La habitación azul aparece por fin –pocas veces sucede en la novelística de Simenon- una mujer que no es víctima, sino asesina obsesiva: realiza crimen pasional, y la protagonista es lo más parecido a la Alex Forest de la peli Atracción Fatal que se ha visto en las letras.) ¿Y qué pasa entonces? Contrariamente a todo lo sembrado por el autor y a los indicios de próximo desastre que hay en el texto, los amantes consiguen partir juntos y empezar una nueva vida desde cero.
Hablar de decepción en este caso no es del todo justo. Tal vez el texto no sea decepcionante en sí mismo, sino que es la fama de Simenon como novelista del género negro el que lo opaca. Es cierto que aquí traiciona nuestras expectativas, pero basta tener un poco de entrenamiento lector en sus novelas, para saber que este no es el final verdadero, sino que el final está un paso más adelante. O como decía el eslogan de los Expedientes Secretos X: “La verdad está allí afuera”.
* Sobre Patricia Suárez
Nació en 1969, en Santa Fe, Argentina. Ha publicado docenas de cuentos y ganado numerosos premios. Es narradora, escritora y dramaturga. Estudió sin completar, las carreras de Antropología y Psicología en la Universidad Nacional de Rosario. En 1993 recibió el Premio de Obras Teatrales "Enrique García Velloso", organizado por la Editorial Municipal de Rosario. Santa Fe por las obras cortas Basta y Vestido de novia en colaboración con Pablo Romano. Sus cuentos fueron premiados numerosas veces, entre ellos en 1997 en el Concurso Nacional para Jóvenes Haroldo organizado por Cultura Bonaerense donde recibió el primer premio por el cuento El aniversario de la muerte del Sr. Rojo y en 1998 su libro de cuentos La italiana recibió el Segundo premio del Fondo Nacional de las Artes. En 1997 comenzó a publicar literatura infantil, publicando veinte títulos en el Plan de Lectura de la Editorial Libros del Quirquincho. En 1997, su cuento Historia de Pollito Belleza recibió el Premio Monte Avila en el Concurso Juan Rulfo de radio Francia Internacional, cuento que está en etapa de edición en la mencionada editorial venezolana. En 1998, recibió el primer premio del Concurso de Narrativa Infanto-Juvenil Homenaje a Laura Devetach organizado por la Subsecretaría de cultura de Córdoba, por la novela infantil El dormilón. Desde 1997 dirige talleres de literatura en las escuelas, dedicados principalmente a incentivar la expresiónescrita. En 1997 fue co-guionista del video documental "El tenedor de R", dirigido por Pablo Romano, video que resultó ganador del Certamen Nacional de video de Santa Fe en 1998. Actualmente, es co-guionista del documental "Paraná paralelo 33", dirigido por Pablo Romano, trabajo que resultó ganador del certamen de INCAA para su realización en 1997. Ha realizado talleres de narrativa y dramaturgia con Hebe Uhart y con Mauricio Kartún. Actualmente dirige talleres de lectura y expresión escrita en forma particular.
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